El estado creativo, es la libertad de pensar o
resolver un problema sin las limitaciones de la razón formal. Es ésta una de
las definiciones de creatividad más acertadas, aunque muchas veces, suscita
dudas.
Muchas personas preguntan: ¿significa acaso que la
razón no cuenta, que lo creativo debe ser loco, irracional?
De ninguna manera. Sucede que, para comprender
cabalmente esta definición, es necesario entender cómo se desarrolla el proceso
interno e individual de cada sujeto, al iniciar cualquier tipo de búsqueda
donde se pretenda resolver un problema, sea científico, artístico, humano o
comercial.
Habitualmente, frente a la necesidad de resolver un
tema determinado, solemos acudir a nuestra "base de datos" interna,
es decir, a aquellos conocimientos que hemos ido acumulando a través de nuestra
vida; si así no logramos resolverlo, es probable que busquemos ayuda externa,
sea a través de otras personas o también de nuevos datos extraídos de fuentes
confiables.
Equipados con estos materiales, nos presionamos a
nosotros mismos para encontrar ideas adecuadas. Podemos estar sentados, solos o
con otras personas, confiados en encontrar lo más rápido y sencillamente
posible la salida a nuestro problema. Pero muchas veces, esa solución no llega.
0 nos vemos ante resultados más convencionales de lo esperado. Es por esto que
mucha gente, por desconocimiento, alega que estas "tareas" deben ser
hechas por individuos especiales, ya que éstos son realmente dotados para la
creación, mientras que ellos, en cambio, no están capacitados.
Pero, ¿qué pasa cuando la vida nos enfrenta con el
desafío de crear? Y desde ya que nos enfrenta casi a diario sin que quizá nos
demos cuenta, aunque más no sea en el privado ámbito familiar: sorprender a los
nuestros, expresar nuestro amor de maneras renovadas, encontrar un punto
interesante de conciliación en un conflicto familiar.
También en el área laboral: situaciones que
requieren modalidades nuevas, apertura de pensamiento, ensayar distintos
caminos, proponer planteos diferentes, etc.
La creatividad se impone en nuestra vida, aun a
pesar de nosotros, y de la misma forma en que la tecnología avanza a pasos
agigantados, el hombre contemporáneo se ve obligado a generar nuevos enfoques,
nuevos caminos, nuevas ideas en todas sus áreas de influencia.
Hoy, como nunca, se necesitan individuos creativos
para "salvar" el salto entre una sociedad tecnificada, entre una tecno
ciencia y un hombre semiparalizado, asombrado, pacificado. Necesitamos gente
capaz de seguir demostrando la supremacía del individuo sobre toda máquina. Por eso, el primer punto de partida para encarar el tema de la
creatividad, es comprender que no es un atributo especial de unos pocos, no es
una cualidad distintiva de algunos individuos, no es algo con lo que algunos
nacen y otros no.
La capacidad de crear es una potencialidad latente
en todos los seres humanos, nace con la persona y puede, o no, desarrollarse,
no importando si este desarrollo es prematuro o tardío. El hombre, expresa sus
talentos a temprana edad o en sus años maduros, y hay más de un caso que así lo
confirma.
Todos los seres humanos llevamos dentro un pozo
inagotable de ingenio y creatividad; es nuestro y nos pertenece y, sin embargo,
no lo reconocemos como propio. No es ajeno, extraño, desconocido. Creemos estar
en lo cierto cuando afirmamos que la creatividad está fuera de nosotros,
generalmente en otros seres humanos a los que sus talentos los han elevado a la
categoría de "creativos".
En el arte, en la ciencia, en la educación y en el
mundo de los negocios, tenemos ejemplos de variadas personalidades que se han
destacado en originalidad e inventiva: han hecho un aporte significativo que
dio como resultado un nuevo punto de partida en la evolución de su disciplina,
generando, así, un beneficio para la humanidad. Este aporte diferente, a veces
simple y muchas veces complejo, es visto por el común de la gente como el
resultado, de atributos especiales otorgados a unos pocos. Son entonces los
protagonistas de la aventura de la vida, quedando para el resto el mero papel
de simples espectadores.
Esta creencia fuertemente arraigada de que la
creatividad es patrimonio de un reducido número de personas, es habitualmente
comprobable en todo tipo de actividades: el "yo no puedo", o "no
soy capaz de hacerlo", adquieren múltiples matices en su expresión, sea
mental o verbal, individual o grupal, referenciando, sin embargo, un
denominador común: el prejuicio acerca de las propias posibilidades inexploradas.
Prejuicio que puede comprenderse, si se tiene en cuenta la influencia de las
herencias culturales y del sistema educativo. Es decir, tanto en el pasado como
en el presente, el hombre encuentra sólidas justificaciones para limitar,
inconscientemente, su futuro de libertad creadora.
En la antigüedad, específicamente en la antigua
Grecia, donde el genio creador se expresaba armoniosamente en toda la
producción artística (literatura, escultura, arquitectura, etc.), se creía que
toda persona que se destacaba en el arte o la ciencia, había sido especialmente
"elegida" por los dioses. Los griegos, en su abundante mitología,
siempre explicaban la realidad como consecuencia de la intervención divina;
nada era en si obra del hombre, sino que se le conferían favores especiales,
concesiones determinadas, como el talento para escribir, para esculpir, para
hablar en público, etc.
Los artistas, para los griegos, no eran como los
demás seres humanos o "mortales comunes", sino que se les adjudicaba
un destino especial. Eran seres que habían sido elegidos por los dioses, tan
abundantes en su mitología, y estos les concedían atributos o virtudes que les
eran propias. Era como si estos dioses les "prestaran" talentos
divinos y sólo gracias a ello, se producía el hecho artístico, científico o
filosófico notable. De esta forma, se los consideraba los elegidos de los
dioses.
Su producción era consecuencia de una voluntad
ajena a la propia, y más aun, de una voluntad que superaba lo terrenal para
fundirse en lo trascendente de un "más allá" desconocido y temido.
Recordemos que la palabra inspiración, proviene del vocablo latino inspirare,
que significa "soplar dentro de".
Platón, en su diálogo Ion, o de la poesía,
declara: "La divinidad los usa como sus ministros o servidores..., no es
mediante el arte, sino por el entusiasmo y la inspiración que los buenos poetas
típicos, componen sus bellos poemas. Son órganos de la divinidad, que nos habla
por su boca".
A su vez, Sócrates concluye: "Te conferimos el
preciado título de celebrar a Homero por inspiración divina, y no en virtud del
arte". Esta creencia, permaneció fuertemente arraigada a través del
tiempo. Tal es así, que en la época del romanticismo, a los individuos
creativos se los consideraba como personas que habían sido "tocadas por
las musas". Es decir, nuevamente se explica el talento en la expresión
cultural, artística o científica, como consecuencia de un obrar ajeno al
hombre, algo que le viene de afuera en forma azarosa.
Ser "elegido" por dioses o "tocado"
por musas, expresa la total pasividad de la persona en el tema de la
creatividad. Además, como eran pocos los afortunados, al resto sólo le quedaba
la posibilidad de admirarlos, considerándolos en cierto sentido como superiores
a ellos.
Éste es el origen de un prejuicio que perdura en la
actualidad: el considerar que uno no es creativo, que son otros los
afortunados, que para eso se nace. Si bien no se cree en dioses o musas, se
sigue considerando que sólo pueden ser creativos los que han sido dotados por
la naturaleza.
Sin embargo, y en cierto sentido, los griegos no
estaban tan equivocados: la capacidad de crear tiene un origen divino, proviene
de Dios. Pero Él nos ha repartido sus dones con absoluta generosidad, a todos
nos ha dado la capacidad de crear encomendándonos a nosotros el desarrollarla
adecuadamente.
A unos en la ciencia, a otros en el arte, en lo
social, en lo afectivo, etc. Cada uno, de acuerdo a sus inclinaciones, lleva
dentro de sí la capacidad de crear, de desarrollar sus ideas, de avanzar un
paso más en el crecimiento personal.
Por otra parte, el sistema educativo fue
determinando la preminencia de ciertas capacidades sobre otras, estableciendo
la supremacía del razonamiento lógico sobre lo emocional intuitivo. En su obra,
El filo intuitivo, Philip Goldberg afirma que nuestra cultura tiende a
desacreditar la intuición, porque en los últimos tres siglos la modalidad de
conocimiento prevaleciente en Occidente ha sido el método científico, según el
cual, el único conocimiento confiable, es el que se basa en nuestros sentidos y
la razón es el único camino hacia la verdad.
El método científico exige que todos los datos sean
cuantificables, sin contaminarse por la emoción y las opiniones personales.
Sin embargo, este protagonismo de lo racional no
está todavía presente en los primeros años de la infancia. El niño, en sus
primeros años y sobre todo en la etapa que corresponde al jardín de infantes,
es un ser en total libertad creadora. Se lo estimula y alienta a que exprese todo
su mundo a través de la pintura, el collage, la expresión corporal, etc.,
recibiendo así la felicitación de los adultos. Crece feliz, porque aún no ha
comenzado su etapa de bloqueos, que se irá afianzando más y más, a medida que
el entorno familiar y educativo, le atribuyan distintos valores a lo que él
realice.
Esta etapa de libertad, concluye al iniciarse la
educación formal y es justamente en este momento donde comenzará a
privilegiarse la memoria y el pensamiento lógico-racional en desmedro de lo intuitivo
emocional.
A este respecto, es importante citar la siguiente
experiencia: hace algunos años, ciertos psicólogos de una universidad, se
encontraban discutiendo sobre la creatividad en relación con la edad. Estaban
de acuerdo en que para los 45 años, uno ya está del otro lado de la montaña y
la creatividad ha disminuido bastante. Decidieron que seria interesante probar
este hecho de manera experimental. Seleccionaron instrumentos de prueba y
examinaron un universo de individuos de 45 años. Sólo el 2% de los examinados
era altamente creativo, hecho que no sorprendió a nadie.
Discutiendo los resultados, un psicólogo sugirió
que podría ser interesante encontrar la edad en que la creatividad pareciera
"agotarse". El resto estuvo de acuerdo, y examinaron universos de
gente de 44 años, de 43 y así sucesivamente. Ésta resultó una tarea monótona,
ya que el 2% altamente creativo se mantuvo, hasta que los agotados psicólogos
llegaron al universo de los niños de siete años.
El índice de los altamente creativos saltó al 10%.
A la edad de cinco años, la cifra de los sujetos creativos era del 90%.
Sin duda, esto demuestra en forma contundente que
todos, en nuestros primeros años, fuimos creadores y teníamos en nuestro
interior el secreto o la llave para ejercer la libertad creadora. Podemos
entonces preguntarnos, si alguna vez lo fuimos, ¿por qué no volver a serlo?
Tal como alguna vez aprendimos a andar en bicicleta
y no olvidamos nunca cómo mantener el equilibrio, tampoco es posible que no
volvamos a recordar el camino hacia el paraíso original de la creación pura.
Al igual que un deportista, que debe entrenar a
diario para fortalecer sus músculos y alcanzar mejor rendimiento físico, quien
desee explorar sus potenciales internos, debe esforzarse en la ejercitación
continua, obteniendo así el beneficio de una vida más plena.
El doctor Fidel Moccio, especialista en
creatividad, afirma que, además, el trabajo en creatividad tiene un efecto muy
importante sobre la conducta, ya que incrementa la capacidad para contactarse
con "el otro"; se establecen relaciones más fáciles, se aceptan
algunas limitaciones propias sin ocultarlas ni avergonzarse de ellas.
Expresa que la creatividad ayuda a mejorar la
percepción que uno tiene de la vida diaria. Es decir, se ven cosas que antes
pasaban inadvertidas. A mayor potencial creativo, mejor percepción de la
realidad.
Es importante, finalmente, tener en cuenta que el camino hacia la
creatividad, no admite ni pura razón, ni pura intuición, alcanzando un equilibrio
perfecto en la complementariedad de ambos factores. Por eso, cuanto más sepamos
sobre los mecanismos del acto creativo, su proceso, sus condiciones, sus
estímulos, la naturaleza de los bloqueos, etcétera, más se facilita descubrir y
desarrollar los talentos propios, que cada ser humano ha traído a este mundo
por providencia divina. Y asimismo, sólo lanzándonos a la aventura de crear,
mediante prácticas y entrenamientos que nos permitan romper la inercia,
despertándonos del letargo de un pensamiento estructurado, estaremos en
condiciones de vivenciar ese tiempo infinito y misterioso de la actividad
creadora.